Tabarnia

Tabarnia, insignia

Los manifestación que ayer protagonizó la plataforma por Tabarnia, me ha traído a la memoria un artículo que escribí en junio del 2015 titulado CORRUPCIÓN.

Tabarnia es la prueba de que, aunque una parte importante de la sociedad civil catalana está gangrenada por el independentismo, embaucada por sus falacias, seducida por sus embelecos, o comprada por su uso espurio del dinero público, aún queda otra parte sana que ha sabido reaccionar con sagacidad, para poner de manifiesto la falsedad, la demagogia y el fraude de los independentistas. Y para mayor civismo, lo han hecho por medio de la ironía que es la retórica de las inteligencias cultivadas. Justamente lo opuesto a la oratoria independentista, que es zafia, mendaz, manipuladora, pomposa y vacua… Sí, sí, me refiero a la oratoria independentista, aunque parezca que estoy describiendo una sesión cualquiera en el Congreso de los Diputados o un debate político en cualquier televisión.

En Andalucía, lamentablemente, ya no es posible una reacción de este tipo porque no queda parte alguna de la sociedad civil capaz de reaccionar. Hasta ese punto ha penetrado en el tejido social andaluz la corrupción institucional. Todos los ámbitos están contaminados por esa urdimbre de degradación administrativa, desde los medios de comunicación hasta las empresas, desde las asociaciones hasta las organizaciones sociales, desde la banca hasta los sindicatos… y, por supuesto, una gran mayoría de ciudadanos dispuestos a acallar su conciencia a cambio de un poco de dinero público en forma de ayudas, subsidios o subvenciones. Ciudadanos que venden su honradez y su decencia cívicas por un plato de lentejas.

Hubo una oportunidad idónea para que, al menos una parte de la sociedad andaluza, reaccionará contra este tinglado de pudrición institucional. Fue cuando la jueza Alaya, armada únicamente con la lanza de la justicia, arremetió contra los gigantes del cohecho. Se estrelló como Don Quijote contra los molinos de viento, ante la pasiva indiferencia de los andaluces transmutados en perfectos ciudadanos autistas por obra y gracia de la connivencia con la corrupción.

Mucho me temo que no quede lugar para la esperanza.


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