En los consejos de administración de las instituciones financieras deberían sentar plaza los mejores expertos en banca, sin embargo están repletos de políticos y de sindicalistas que, según confiesan ante el juez, no saben nada ni de asuntos bancarios, ni de tarjetas de crédito, ni de obligaciones tributarias. ¿Cuál puede ser la causa de tamaño dislate? He aquí una posible explicación.
Cuando yo era niño, las compañías de electricidad, de agua o de telefonía, tenían en sus oficinas una ventanilla en la que los usuarios podían pagar sus recibos en dinero contante y sonante. No solo eso, además tenían cobradores que iban por las casas cobrando dichos recibos a domicilio.
Los trabajadores y empleados que así lo deseaban, recibían su sueldo en papel moneda de curso legal, dentro de un sobre. Todavía cuando yo empecé a trabajar, en la administración quedaban funcionarios nostálgicos o clarividentes, según se mire, que seguían cobrando su paga en un sobre recogido en ventanilla.
Hoy todo eso es imposible. Poco a poco, bancos y cajas, han ido consiguiendo que la contratación de sus servicios para todas las operaciones antedichas, sea una obligación ineludible. Servicios que, obviamente, no son gratuitos. La complicidad perversa de nuestros gobernantes y la aquiescencia dolosa de nuestros sindicalistas, nos ha convertido a todos, a punta de bayoneta, en clientes obligados de las entidades crediticias. Gobernantes y sindicalistas que, no lo olvidemos, deberían ser los máximos garantes de nuestros derechos y los supremos defensores de nuestras libertades, pues precisamente eso es lo que diferencia las democracias de los totalitarismos.
Hace un par de años, el Gobierno dio un paso más en esto de saturar de clientela las empresas financieras, instituyendo por ley la obligación de pagar a través de bancos en operaciones superiores a 1.000 €.
Y yo, aunque confieso mi total ignorancia en asuntos económicos, no puedo evitar preguntarme ¿no será que bancos y cajas agradecen tantos y tan grandes favores sentando a sus benefactores en sus consejos de administración y colmándolos de prebendas y privilegios?
Una prueba de tu tesis puede ser el hecho de que en las cajas de ahorros (con mayor influencia estatal) hubiera más ineptos que en los bancos, donde también había algunos porque, aunque privados, tampoco carecen de conexión estatal, como tú sospechas…
Otra razón puede ser el hecho de que se necesitan muy pocas cabezas pensantes hoy en día para sacar adelante un banco, con lo que queda espacio para rellenarlo de inútiles en la esperanza (no siempre cumplida) de que ni estorben ni metan la pata.
Relacionado con lo que dices, aunque sin ser mencionado, está la cuestión de si los consejeros deben ser independientes, o tener parte en la empresa. Por una extraña razón que no comprendo son muy valorados los independientes, aunque la experiencia demuestra que generalmente están esperando el mínimo gesto del presidente para dar su aprobación. Como ejemplo de esta actitud podemos pensar en lo que ocurre en los consejos escolares, si es que queremos descender a nuestro nivel y experiencia, donde los padres y el personal no docente suelen votar casi siempre lo que diga el jefe. En fin, la vida…
Estoy de acuerdo.