Bernardo de Gálvez

Bernardo de Gálvez pintado por Salvador Maella en 1784

Cada cuatro de julio, día en el que los estadounidenses celebran su fiesta de la Independencia, honraríamos, si fuésemos gentes de bien, la memoria de don Bernardo de Gálvez y Madrid, conde de Gálvez. Un malagueño de Macharaviaya sin cuya actuación, esa independencia no hubiera sido posible. Así lo reconoció el propio George Washington que, en el desfile militar del cuatro de julio de 1776, lo llevó junto a él, a su derecha.

El general Gálvez, gobernador de Luisiana, les zurró de lo lindo a los hijos de la Pérfida Albión en Manchac (sin una sola baja), Baton Rouge y Natchez; bloqueó el Misisipi a las naves inglesas; surtió de armas a los rebeldes, y les mantuvo libre y protegido el tránsito por todo el territorio situado al sur de la zona de guerra. Tomó Mobila (hoy Mobile, estado de Alabama), Panzacola (hoy Pensacola, estado de Florida), la isla de Nueva Providencia en las Bahamas, y se disponía a conquistar Jamaica cuando se firmó la paz. ¡Ah! Y cuando tuvo un rato libre, fundó la ciudad de Gálvezton (hoy Galveston, en el condado de Galveston, estado de Texas). Y todo lo hizo sin ayuda de nadie. En especial la hazaña de Pensacola. El jefe de la escuadra española, Calvo de Irazábal, se negaba a entrar en una bahía repleta de barcos de guerra ingleses. La entrada era un paso angosto defendido por un fortín artillado, y de tan poco calado que el primer navío español que intentó pasar, el San Ramón, tocó fondo y tuvo que volverse para no encallar. Gálvez, indignado, lanzó la siguiente proclama: El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galveztown para quitarle el miedo. Dicho lo cual embarcó en su bergantín completamente solo (no permitió que ningún oficial lo acompañara) y enfiló la bocana de la bahía bajo un infierno de fuego artillero inglés. El entusiasta rugir de sus hombres que lo acompañaba desde tierra, llegó al paroxismo cuando Gálvez alcanzó sano y salvo al centro de la bahía, echó el ancla y mandó disparar quince cañonazos para saludar al enemigo. Solamente dos pequeñas lanchas cañoneras y una balandra lo siguieron a distancia. Al día siguiente Calvo de Irazábal se volvió a Cuba y el resto de la escuadra penetró en la bahía. Tras dos meses de combates Galveston, y con ella toda la Florida occidental, quedaron en poder español. Por eso, cuando en reconocimiento a sus méritos recibió los títulos de Mariscal de Campo, Teniente General, Gobernador de los territorios conquistados, Vizconde de Gálvezton y Conde de Gálvez, el rey también le otorgó para sus armas el lema “Yo solo”.

Macharaviaya

En esta casa nació Bernardo de Gálvez el 23 de julio de 1746

Macharaviaya, cuna del general Bernardo de Gálvez, es una pequeña población habitada por algo más de cuatrocientos macharatungos, que forma parte de los pueblos blancos de la Axarquía malagueña.

En su origen fue una alquería árabe, la alquería o “mashar de Abbu Yahya” (de ahí procede Macharaviaya). Este Abu Yahya fue el visir que perdió la vida en la batalla de Alarcos, combatiendo contra los castellanos al frente de los Hintata, una de las tribus bereberes más aguerridas con las que contaba el califa Abu Yusuf ibn Yacub que, tras esa victoria, sería llamado al-Mansur (el Victorioso).

Actualmente es más grande que una alquería (caserío agrícola), pero no mucho más. Tiene una placita y un par de calles, tres todo lo más, pero todo está tan primorosamente pulcro y cuidado que ya quisieran muchos, muchísimos domicilios particulares.

Durante los siglos XVIII y XIX gozó de una notable bonanza económica gracias a que la familia Gálvez promocionó el vino de Málaga en las cortes europeas con tal éxito que la demanda se disparó hasta que, en la década de 1870, la malhadada plaga de filoxera arrasó los viñedos de la región. Pero, sobre todo, gracias a que los Gálvez consiguieron llevar a su pueblo la Real Fábrica de Naipes que gozaba del monopolio para la venta en América.

Placas

Placas fotografiadas en Macharaviaya


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