Cosas verás que te asombrarán, amigo Sancho, es una frase que no aparece en el Quijote.

¡Qué razón tenía don Quijote y cuánta vigencia sigue teniendo su aserción!

Andalucía atesora un sinnúmero de virtudes, pero también tiene aspectos mejorables y yerros prescindibles. Los andaluces estamos, por ejemplo, entre los ciudadanos más pobres de Europa. Nuestra renta per cápita está a la cola de las europeas, mientras que nuestros porcentajes de paro, tanto absoluto como juvenil, ocupan posiciones de cabeza. La administración andaluza ha albergado la mayor trama de corrupción institucional de la Unión Europea, y la justicia dirá si la sigue albergando o está ya erradicada… cuando lo diga y si es que lo dice, claro. En consecuencia, en Andalucía se ha volatilizado por malversación institucional, un volumen de dinero público mayor que en ningún otro caso de corrupción español y puede que europeo. Eso sí, somos campeones del mundo en instalar redes tranviarias que resultan económicamente insostenibles y que, en algunos casos, no llegan ni siquiera a inaugurarse. Son tranvías que, al único lugar al que nos llevan, es a la ruina. Los andaluces somos los españoles que soportamos mayor presión fiscal y, a cambio, los que peores servicios recibimos en sanidad, en educación o en televisiones autonómicas de calidad. Y por si todo esto fuera poco, cuando un andaluz muere, el fisco secuestra su herencia y no la suelta hasta que los herederos legales le pagan un rescate abusivo y desproporcionado. Y si los mentados herederos son pobres y no tienen para pagar ese rescate… entonces el fisco andaluz se queda con la totalidad de la herencia. Con un par. Nuestros administradores serán fulanos y zutanas de porte circunspecto y verbo florido, pero yo los imagino transmutados en carroñeros asaltatumbas y despojacadáveres.

En cambio Madrid es una comunidad con una economía pujante, con un nivel de vida entre los más altos de España, y cuyos ciudadanos pagan menos impuestos y reciben a cambio unos servicios que, comparados con los andaluces, son de lujo. El impuesto de transmisiones, sin ir más lejos, es ridículamente comedido en comparación con el andaluz.

Pues bien, hace unos días pudimos ver y oír como la presidenta de Andalucía increpaba y reconvenía agriamente a la presidenta de Madrid… ¡porque no le quiere subir los impuestos a los madrileños!

¿Es o no es absolutamente asombroso?


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