Hoy hace 35 años que se nos fue don Félix Rodríguez de la Fuente en un accidente de aviación tan absurdo como trágico. Murió lejos, muy lejos de la fauna, los paisajes y los paisanajes que tanto amó y que tanto nos hizo amar.
El sabio burgalés, con su porte adusto de castellano viejo, y su peculiar modo de narrar entre cálido y categórico que tanto pábulo dio a los humoristas, supo como nadie impregnar con su inmensa humanidad el positivismo científico de los fríos datos técnicos; supo llenar de pasión la investigación zoológica de campo; y supo transmitir a sus lectores, radioyentes y televidentes, un cúmulo tal de sensaciones y de emociones que nos hizo vibrar con la naturaleza y sentirla como nunca antes la habíamos sentido. Fue, en mi opinión, el más brillante comunicador que ha habido nunca en España.
Yo, cuando aquella mañana de viernes, el 14 de marzo de 1980, conocí la luctuosa noticia, sentí un tremendo mazazo seguido de una vertiginosa sensación de vacío interior. Era como si se me hubiera muerto un pariente próximo y querido. Hasta ese punto nos marcó y tal era la consideración en la que teníamos a don Félix Samuel, muchos, muchísimos españoles.
Fue un notable científico profundamente humano, un español universal y un gran hombre. ¡Él sí que fue un grande de España!
Nació el 14 de marzo de 1928 en Poza de la Sal (Burgos). Durante su infancia vivió en plena naturaleza, junto a los páramos del valle de la Bureba. Su padre, notario de Oña, tenía unas ideas formativas peculiares, por lo que permitió que su hijo Félix recorriera a su antojo las parameras sin ser escolarizado hasta los 8 años.
Con esta edad ingresó en el internado del Colegio de los Sagrados Corazones de Vitoria, donde recibió la formación básica.
El bachillerato lo realizó en el Colegio de los Maristas de Burgos y se trasladó a Valladolid a estudiar medicina, que completó con la especialidad de odontólogo-estomatólogo. Pero Félix nunca dejó el campo y su pasión por la naturaleza, y gracias al biólogo José Antonio Valverde pudo descubrir la que sería su verdadera vocación.
Le gustaba especialmente el comportamiento de los halcones y la cetrería y logró que se creara una estación para el estudio y la conservación de los halcones. En 1960 viajó a Arabia Saudí en calidad de halconero, con los halcones cazadores españoles que el Gobierno español regaló al rey Saud.
El rey Saud de Arabia y varios aristócratas aportaron dinero para la producción de su primer documental “Señores del espacio”. El éxito de esta película le proporcionó ganancias que le permitieron estudiar en profundidad el comportamiento de los temidos lobos, llegando a convivir con una manada en la que se erigió como líder.
Ya como destacado naturalista, participó en la fundación ADENA y en la delegación española del WWF.
Excelente comunicador, supo transmitir su amor a la naturaleza y su espíritu conservacionista a toda una generación, gracias sobre todo, a sus series documentales para televisión: “El hombre y la tierra” y “Fauna ibérica”.
En 1974 comenzó su proyecto más conocido, “El hombre y la tierra”, en sus tres versiones: venezolana, ibérica y canadiense. A esta serie pertenecen las escenas más espectaculares que se han captado de la fauna ibérica.
El 14 de marzo de 1980, cuando rodaba un episodio en Canadá sobre la carrera de trineos tirados por perros esquimales, la avioneta en la que viajaba se estrelló y Félix murió en el accidente.