Martín Lutero, a lo largo de su vida, evolucionó desde una postura favorable a convertir a los judíos al cristianismo por medio de la tolerancia y la comprensión, hasta un antisemitismo radical y furibundo que plasmó en sus dos últimos libros, SOBRE LOS JUDÍOS Y SUS MENTIRAS y SOBRE EL NOMBRE INCOGNOSCIBLE Y LAS GENERACIONES DE CRISTO, ambos publicados en 1543. Aún en 1546, su último año de vida, pronunció un sermón en el que predicó la que llamó “última advertencia” dirigida a los señores que tenían la potestad de expulsar de sus tierras a los judíos que no se convirtieran al cristianismo, advirtiéndoles que, de no expulsarlos, serían “socios en los pecados de otros”: Por tanto, no estaría bien ser piadosos y confirmarlos en su conducta. Si esto es en vano, tendremos que expulsarlos como perros rabiosos a fin de no convertirnos en cómplices de su abominable blasfemia y todos sus otros vicios y por ello merecer la ira de Dios y terminar malditos junto a ellos. Yo he cumplido con mi deber. Ahora que cada cual haga su parte. Yo estoy justificado.
Pero esta solo fue la guinda que coronó el pastel. En SOBRE EL NOMBRE INCOGNOSCIBLE Y LAS GENERACIONES DE CRISTO incluyó a los judíos entre los secuaces del diablo: Aquí en Wittenberg, en nuestra iglesia parroquial, hay una puerca esculpida en la piedra de la que maman cerditos y judíos; detrás de la puerca se encuentra un rabino que alza la pata derecha de la cerda, le levanta el rabo y le mira con gran fijeza en el Talmud bajo el rabo, como si quisiera leer o ver algo muy difícil y excepcional; sin duda encontraron su “Schemhamphoras” (el nombre oculto de Dios) en ese lugar.
Y en SOBRE LOS JUDÍOS Y SUS MENTIRAS está recogida, punto por punto, la hoja de ruta que, cuatrocientos años después, pondrían en práctica sus compatriotas nacionalsocialistas con una eficacia tan encomiable como digna de mejor propósito.
Lutero reflejó en sus escritos el antisemitismo existente ya en la población germana de la época, aunque en versión corregida y aumentada, muy aumentada; pero a su vez, la enorme influencia y predicamento del padre espiritual de la Alemania moderna, contribuyeron grandemente a consagrar, potenciar y perpetuar el odio antisemita de sus seguidores.
Según expone María Elvira Roca Barea en su libro IMPERIOFOBIA Y LEYENDA NEGRA (de lectura imprescindible, dicho sea de paso), los textos de Lutero sirvieron a los nazis para justificar el holocausto. En opinión de prestigiosos historiadores del nazismo como el británico Paul Johnson o los estadounidenses Robert Ashley Michael y William Shirer, el origen del antisemitismo alemán que desembocó en aquella tragedia, está en Lutero. Abundando en esa opinión, el filósofo y psiquiatra alemán Karl Theodor Jaspers escribió que en Lutero se encuentra ya el programa nazi al completo. Otros autores, como el historiador y pastor congregacionista Roland Herbert Bainton, discrepan de este punto de vista, pero lo que resulta innegable es que los teóricos del nazismo se apoyaron en las ideas luteranas sobre la absoluta intolerancia para con los judíos. De hecho, en los juicios de Núremberg, el argumento empleado por algunos dirigentes nacionalsocialistas para justificarse fue que se habían limitado a obedecer las enseñanzas de Lutero.
El periodista y escritor estadounidense William Shirer, cronista de Núremberg, cuenta que el general de las SA Julius Streicher, editor de Der Stürmer, un periódico furiosamente antisemita, se defendió a sí mismo arguyendo que publicaciones antisemitas habían existido en Alemania desde siempre y que, si el reformador siguiera vivo, estaría sentado junto a él en el banquillo de los acusados por ser el autor del libro más radicalmente antisemita jamás publicado.
Lucie Varga, de soltera Stern, fue una historiadora judía que abandonó Austria huyendo de los nazis y se instaló en París. En 1937 ya vio claramente el peligro que se avecinaba y dejó constancia de ello en LUTHER, LA JEUNESSE ET LE NAZISME, un ensayo publicado en la mítica revista ANNALES D’HISTOIRE ÉCONOMIQUE ET SOCIALE, en el que analiza con notable lucidez la génesis del nacionalsocialismo, la fascinación que ejerció, la propensión de los alemanes a buscar chivos expiatorios en momentos de crisis y la relación entre el antisemitismo de Lutero, el nazismo y el adoctrinamiento de la juventud. Cuando estalló la guerra, Lucie huyó a Burdeos y de allí a Toulouse, dónde murió con solo treinta y seis años a causa de la imposibilidad de adquirir la insulina que necesitaba para tratar su diabetes.
He aquí una selección de admoniciones con las que Herr Martin adoctrinó a los alemanes luteranos de su tiempo y, como demostraron los hechos, también de los siglos posteriores:
Son estos judíos seres muy desesperados, malos, venenosos y diabólicos hasta la médula, y en estos mil cuatrocientos años han sido nuestra desgracia, peste y desventura, y siguen siéndolo… Son venenosas, duras, vengativas y pérfidas serpientes; asesinos e hijos del demonio que muerden y envenenan en secreto, no pudiéndolo hacer abiertamente.
Los judíos son un pueblo abyecto y despreciable, es decir, no un pueblo de Dios… Están manchados con las heces del diablo en las que se revuelcan como cerdos.
Yo les arrancaría la lengua de la garganta… Los judíos, en una palabra, no deben ser tolerados… No se les debe mostrar ninguna piedad ni misericordia.
La sinagoga es una novia impura, sí, una ramera incorregible, una mujerzuela impía.
¿Qué debemos hacer nosotros, los cristianos, con los judíos, esa gente rechazada y condenada? Dado que viven con nosotros, no debemos soportar su comportamiento, ya que conocemos sus mentiras sus calumnias y sus blasfemias.
Debemos primeramente prender fuego a sus sinagogas y escuelas, sepultar y cubrir con basura todo aquello a lo que no prendamos fuego para que ningún hombre vuelva a ver de ellos piedra o ceniza.
Hay que destruir y desmantelar de la misma manera sus casas, porque en ellas hacen las mismas cosas que en sus sinagogas. Métaseles, pues, en un cobertizo o en un establo, como a los gitanos.
Hay que quitarles todos sus libros de oraciones y los textos talmúdicos en los que se enseñan tales idolatrías, mentiras, maldiciones y blasfemias.
Hay que prohibir a sus rabinos, so pena de muerte, que sigan enseñando… Que se les prohíba bajo pena de muerte alabar a Dios, darle las gracias, rezar y enseñar públicamente entre nosotros y en nuestro país.
No hay que concederles a los judíos el salvoconducto para los caminos, porque no tienen nada que hacer en el campo, visto que no son ni señores, ni funcionarios, ni mercaderes o semejantes. Deben quedarse en casa.
Hay que prohibirles la usura, confiscarles todo lo que poseen en dinero y en joyas de plata y oro, y guardarlo.
A los judíos y judías jóvenes y fuertes, se les ha de dar trillo, hacha, azada, pala, rueca, huso, para que se ganen el pan con el sudor de su frente.
Para resumirlo, estimados príncipes y nobles que tenéis judíos entre vuestras posesiones, si mi consejo no os es suficiente, buscad otro mejor para que vosotros y todos nosotros, seamos libres de esta insoportable carga diabólica.
¿Quién les impide a los judíos volver a Judea? Nadie. Les proveeremos todas las provisiones para el viaje, para vernos por fin libres de ese repulsivo gusano. Para nosotros, ellos son una grave carga, la calamidad de nuestra existencia. Son una peste enclavada en nuestras tierras.
Desconocía está deriva antijudia de Luteto. En parte está justificada porque el protestantismo no era menos dogmático y fanático que el catolicismo y el antisemitismo era moneda corriente en Alá Europa medieval y moderna temprana. Supongo que sí Lutero hubiera tenido poder se hubiera conformado con expulsarlos, como ocurrió varias veces en otros países europeos, pero para aplicar la «solución final» de Hitler hacįan falta dos cosas: medios industriales a gran escala y el nihilismo que suplanta el absoluto divino por el absoluto nacional(socialista).
En efecto, el protestantismo fue y es bastante más rígido, inflexible e integrista que el catolicismo aunque ellos presuman de lo contrario. Ya lo advierte el refranero: «Dime de qué presumes y te diré de qué careces». De hecho, las guerras, persecuciones y matanzas entre los distintos grupos de protestantes, fueron más terribles y causaron más muertos que las guerras entre protestantes y católicos.
dice Martín Lutero, a lo largo de su vida, evolucionó desde una postura favorable a convertir a los judíos al cristianismo por medio de la tolerancia y la comprensión, hasta un antisemitismo radical y furibundo que plasmó en sus dos últimos libros,
pero es incorrecto, ya que evolucion es hacia el bien y el cambio su postura para el mal, ademas hay q tener en cuenta q lo hizo xq los judios no querian convertirse a su religion (igual hizo mahoma)
Utilizo la palabra evolucionar como «mudar de actitud, de conducta o de propósito», que es la tercera acepción que figura en el DRAE.