El marco histórico.-
Cuenta Mª Elvira Roca Barea en IMPERIOFOBIA que:
La Ilustración incorpora una parte importante de los tópicos creados por la hispanofobia protestante, pero añade algunos y modifica otros. Esta versión interesa sobre todo porque es la destinada a perdurar y a incrustarse como una parte constitutiva de la modernidad a través del liberalismo. Es la que aparta a España, ya no de Dios, sino de la civilización y la modernidad […] En el siglo XVIII la versión francesa e ilustrada de la hispanofobia llegará a ser ubicua.
Y resulta evidente que el fomento de la hispanofobia y la total destrucción del prestigio de España por medio de la difamación, la calumnia y la falacia, resultó sumamente rentable para Francia y demoledora para España. Si la propaganda protestante había monopolizado a Dios y convertido a los católicos hispanos en los demonios del mediodía, la propaganda ilustrada monopolizó la Razón y los reconvirtió en la encarnación de la ignorancia y el atraso. El historiador británico-estadounidense Ronald Hilton (1911-2007), en el prólogo de su obra LA LEYENDA NEGRA Y LA ILUSTRACIÓN, escribe:
En aquellos años, [1937,1938] la lengua civilizada era el francés, y esa fue mi especialidad durante los primeros treinta años de mis estudios y de mi enseñanza. El español era apenas tolerado como lengua de intercambio comercial; un erudito de la Iglesia una vez dijo: “España no tiene literatura”. El español apenas se enseñaba […] El Imperio español era considerado casi universalmente como una representación del mal que España le había causado al mundo.
Los ilustrados franceses, constituidos en nueva casta intelectual, lograron sustituir al Dios católico, a la Santísima Trinidad y a los mandamientos de la Iglesia, por la Diosa Razón, la Santísima Ciencia y la ley natural. Y obtuvieron su premio: reemplazar al clero católico en la gestión de la moral social y en el disfrute de privilegios y prebendas, proceso asociado a la total subordinación de la Iglesia francesa al Estado, como sucede en los países protestantes en los que Iglesia y Estado son la misma cosa hasta el punto de que, lo que en las naciones católicas son pecados, en las protestantes son delitos —en Inglaterra, la blasphemy contra la Iglesia anglicana ha sido un delito hasta el año 2008—. En este proceso, el éxito con el que instauraron la idea de que los católicos en general y los hispanos en especial, son incapaces de desarrollar cualquier actividad cultural, científica o incluso manual, fue total. La infame calumnia no tardó en ser asumida por los ilustrados de otros países, incluida la España de ambos lados del océano, y hasta hoy.
Pero, a este respecto, ¿qué hacían, qué hacen las élites hispanas? ¿Qué hacían, qué hacen nuestros intelectuales, nuestros literatos, nuestros catedráticos, nuestros académicos, nuestros políticos, nuestros poderosos? Pues reverenciar todo lo francés o todo lo anglosajón y favorecer los intereses franceses o ingleses en perjuicio de los españoles. Porque todos ellos, que antaño fueron ilustrados afrancesados por imposición de los Borbones reinantes en España, hogaño han mutado a progresistas anglófilos por imposición de la corrección política instalada en el poder. Y los disidentes siempre tuvieron buen cuidado de no manifestar su disconformidad so pena de ser sometidos al más feroz de los ostracismos. La Santa Ilustración, con el pretexto de que sus postulados eran “científicos” (recuérdense las atrocidades perpetradas en nombre del muy ilustrado “racismo científico” y del “darwinismo social” anglosajón), impuso una fe ciega y absoluta en la Diosa Razón hasta el punto de que, quien no comulgaba con los principios ilustrados, hispanofobia negrolegendaria incluida, no es que tuviera una opinión diferente, es que era un ignorante fanático y retrógrado, un enemigo de la civilización que se oponía a la razón y al progreso. Algo similar a lo que les ocurre hoy en día a los que no comulgan con los dogmas de la fe progresista y tienen el valor de reconocerlo en voz alta.
En realidad, España no fue la única perjudicada por la ilustrada intelectualidad francesa. Cuando en 1763, en virtud del Tratado de París que puso fin a la Guerra de los Siete Años, Francia perdió sus posesiones coloniales americanas, perdió también toda esperanza de llegar a ser un imperio. La reacción de las élites francesas, encabezadas por los intelectuales, fue combatir el pesimismo y convertirse en estímulo y motor de la autoestima de la sociedad —lo mismo volvería a hacer la intelectualidad francesa tras el desastre napoleónico, tras la debacle ante Prusia, tras la penosa actuación en la II Guerra Mundial, tras la derrota en Indochina, tras el fracaso en Argelia… qué diferentes de nuestra derrotista generación del 98—. Una reacción hija de la impotencia, de la envidia y del rencor, pero también del patriotismo, del sentido práctico y, sobre todo, de la defensa a ultranza de sus propios intereses. En palabras de la doctora Roca: Desde que apareció el salón subvencionado en tiempos de Luis XIV, el intelectual francés ha vivido de y para dar brillo y razones a la “grandeur”, achicando descalabros y transformando disparates en logros para la humanidad. A tal fin, aplicaron su ingenio y su enorme influencia en Europa a la tarea de difamar y denigrar a cualquier nación que hiciera sombra a la ilusoria grandeur de la France. Así, junto con la hispanofobia, fomentaron el menosprecio a la formidable Rusia en expansión —recuérdese el falso Testamento de Pedro el Grande, piedra de toque de la rusofobia occidental— y el antiamericanismo despectivo hacia unos Estados Unidos también en plena expansión. Sus calumnias difundieron con gran éxito la visión que presentaba a hispanos, rusos y estadounidenses como seres atrasados, bárbaros e ignorantes, visión que sigue vigente a día de hoy. ¿O es que en el inconsciente colectivo europeo no sigue presente la idea de que los españoles somos un pueblo atrasado, los rusos unos brutos incompatibles con la civilización occidental y los estadounidenses unos perfectos ignorantes cuando no analfabetos funcionales?
La hipótesis maliciosa.-
La leyenda negra arraigó hasta tal punto que ya ni siquiera reconocemos sus engaños cuando los tenemos ante nuestras narices. En este marco histórico retorcido y perverso, damos por buena la falacia de que si España construyó en América uno de los mayores y más exitosos imperios de la historia fue por pura casualidad. Aceptamos, a despecho de toda evidencia histórica, que si los que en 1492 hubieran tenido los redaños de lanzarse a atravesar el Mare Tenebrosum, hubieran sido ingleses, hubieran hecho lo mismo pero mejor. Esta es la hipótesis que defiende, con un entusiasmo digno de mejor empeño, el hispanista británico John H. Elliott (1930-2022) en su obra IMPERIOS DEL MUNDO ATLÁNTICO, en la que se aplica a comparar, según su particular saber y entender, la actuación de los españoles con la de los ingleses en América. De creer al señor Elliott, resultaría que, así como al buen tuntún, un puñado de andaluces desnortados se hizo a la mar a bordo de dos carabelas y una nao, y, navegando, navegando, se toparon con las Indias; y ya que estaban allí, pues conquistando, conquistando, conquistaron veintiún millones de kilómetros cuadrados, los convirtieron en territorios españoles y crearon un imperio próspero y estable que duró más de cuatro siglos (1492 – 1898). Pues claro. ¿Qué otra cosa iban a hacer si no? Cualquiera hubiera hecho lo mismo ¿no? Pues según el señor Elliott sí, aunque las colonias británicas en Norteamérica duraron ciento cincuenta y seis años (1620 – 1776), el Canadá británico duró ciento cuatro años (1763 – 1867), y la colonización británica de la India duró solamente setenta años (1876 – 1947). Pues bien, a pesar del enorme prestigio del señor Elliott, de los elevados cargos académicos que desempeñó en Reino Unido y de los muchos premios y laureles con los que fue galardonado en España, Príncipe de Asturias incluido… ¡Nada más lejos de la realidad! Si aquel puñado de españoles fue capaz de asentarse y sobrevivir en las islas del Caribe, y de conquistar, civilizar y convertir veintiún millones de kilómetros cuadrados en los territorios españoles más prósperos y estables, fue porque, durante los siglos XV al XVII, la española fue la sociedad más avanzada, pujante y moderna de su tiempo. De hecho, España fue la nación que inició la Edad Moderna mientras que el resto de territorios europeos permanecían anclados en el medievo y aún tardarían siglos, unos más y otros menos, en asimilar la modernidad y en transformarse en naciones. Algunos, especialmente aferrados a la estructura medieval de la sociedad, no lo conseguirían hasta bien avanzado el siglo XIX.
Lo que España hizo en el Nuevo Mundo a partir del siglo XV, no habrían podido hacerlo ni ingleses ni franceses ni ningún otro pueblo europeo. El viejo y arraigado prejuicio de que España creó su imperio por azar y como sin querer queriendo, que diría el Chavo del Ocho, no resiste un análisis medianamente serio, como demuestra sobradamente la doctora Roca Barea en su IMPERIOFOBIA. De hecho, ningún proceso de expansión originado en Europa Occidental ha generado un periodo tan largo de estabilidad y prosperidad en los territorios conquistados. Casi todas las naciones de Europa intentaron hacer lo mismo que España, levantar un imperio, y una tras otra fracasaron. Las colonizaciones inglesa, francesa, holandesa, belga, italiana o alemana, se caracterizaron por la inestabilidad, la corta duración y el absoluto empobrecimiento de los territorios colonizados. Concretamente los ingleses, a los que Elliott en su obra pretende equiparar con los españoles, intentaron establecerse en Norteamérica varias veces y fracasaron otras tantas porque, sencillamente, no sabían cómo hacerlo. Y es que las gestas no las realiza quien quiere sino quien puede.
Los fracasados intentos ingleses de establecer colonias en Norteamérica.-
Los historiadores llaman Primer Imperio a las colonias que estableció Inglaterra en América del Norte desde la llegada del Mayflower hasta la independencia de las trece colonias (1620 – 1776), y Segundo Imperio a la época de expansión colonial en la India desde la proclamación de la reina Victoria como emperatriz de la India hasta su independencia (1876 – 1947). Vamos a hablar de los difíciles y malogrados inicios del llamado Primer Imperio.
1 — El fracaso de Terranova
Casi un siglo después del descubrimiento del Nuevo Mundo, la reina Isabel I concibió el proyecto de establecer colonias en América del Norte emulando lo que los españoles habían hecho un siglo antes con tanto éxito. El encargado de financiar y llevar a cabo la empresa fue Humphrey Gilbert que, en junio de 1583, partió hacia Terranova al mando de cinco barcos. En San Juan de Terranova tomó posesión del territorio para la corona inglesa, reclamó su autoridad sobre los establecimientos pesqueros allí instalados y asignó un impuesto a los pescadores. Todo lo cual no resultó ser más que un brindis al sol, porque en cuanto empezaron a escasear las provisiones, Gilbert y sus ingleses reembarcaron y pusieron rumbo a casa. Parafraseando a Cervantes, fuéronse y no hubo nada. El viaje de vuelta resultó accidentado. Ya en las maniobras de salida encalló uno de los barcos, y, a la altura de las Azores que acababan de ser conquistadas por España, se hundió la nave en la que viajaba Humphrey Gilbert que murió ahogado.
2 — El fracaso de Roanoke
Tras este primer fracaso, su hermano materno, el pirata Walter Raleigh, se hizo cargo de la misión y, en 1585, envió una flotilla de cinco barcos mandada por Richard Grenville que fundó una colonia en la isla de Roanoke, en la costa atlántica de la actual Carolina del Norte. Raleigh la llamó Virginia en honor a su soberana y amante, la Reina Virgen, y debía servir de base para los ataques corsarios a la Flota de Indias española, pero su efímero intento tampoco prosperó. Nuevamente, cuando se agotaron las provisiones, los ingleses fueron incapaces de buscarse la vida. En 1856, los hambrientos y depauperados colonos supervivientes regresaron a Inglaterra con el pirata Drake que pasaba por allí. Nuevos colonos los sustituyeron en 1857, pero resultaron tan ineptos como sus predecesores para adaptarse y subsistir. Tras algunos intentos fallidos de enviarles socorros, los últimos supervivientes desaparecieron de la que después se llamó “colonia perdida” alrededor de 1588, ignorándose a día de hoy qué fue de ellos.
Walter Raleigh (1552 – 1618) al que los españoles llamaban Guatarral, fue un cortesano, político y pirata inglés —perdón por el pleonasmo— que pasó su vida luchando contra España. Combatió contra la Gran Armada española en 1588, formó parte de la desastrosa Contra Armada inglesa en 1589, participó en el saqueo de Cádiz de 1596, atacó establecimientos españoles en las actuales Colombia y Venezuela… y por último, gracias a la actuación del embajador español en Londres Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar, cayó en desgracia. Acusado de traición, el rey Jacobo I lo encarceló en la Torre de Londres junto con su familia. Fue condenado a muerte, torturado y decapitado en 1618. Además de pirata, cortesano y político, fue escritor. Durante sus años de prisión, tuvo tiempo de escribir una HISTORIA DEL MUNDO (1617) bastante estimable. En ella, reconoce y elogia los méritos de los españoles que triunfaron plenamente en lo que él había fracasado, a pesar de contar con el ejemplo español y con la información y los adelantos acumulados durante un siglo en oceanografía, geografía, construcción naval, navegación, cartografía, cosmografía, armamento, estrategia militar, etc. A propósito de los trabajos y padecimientos de sus enemigos, los españoles, dice:
No puedo por menos que ensalzar la paciente virtud de los españoles. Pocas naciones o acaso ninguna, han soportado tantas desdichas y padecimientos como los españoles durante su descubrimiento de las Indias. Y, sin embargo, persistiendo en sus empresas con indomable constancia, han anexionado a su reino tantas extraordinarias provincias como para enterrar el recuerdo de todos los peligros afrontados. Tempestades y naufragios, hambre, derrocamientos, motines, el frío y el calor, la peste y todo tipo de enfermedades antiguas y nuevas, junto a una extrema pobreza y carencia de lo más necesario, han sido los enemigos que han tenido que afrontar, en un momento u otro, todos y cada uno de sus más nobles descubrimientos.
Obviamente, cuando el sanguinario pirata escribió estas palabras ya conocía su funesto destino y le importó poco que Inglaterra hubiera convertido en política de estado la difamación y el descrédito de España, es decir, el cultivo y fomento de la leyenda negra antiespañola que, a día de hoy, sigue siendo política de estado tanto en Reino Unido como en EE. UU. Cuando escribo este artículo, en la versión en español de la WORLD HISTORY ENCYCLOPEDIA, que es nada menos que “Socio destacado” de la UNESCO, en la página dedicada a la fracasada colonia de Roanoke, pueden leerse lindezas como esta: Mientras los españoles estaban ocupados saqueando las Américas […]. O esta otra: Isabel I de Inglaterra (r. 1558-1603 CE) se contentó con financiar corsarios que robaron barcos del tesoro español que tomaban botín de las Américas. Inevitablemente surge la pregunta: ¿en qué clase de estercolero encuentra la costosísima UNESCO sus Socios destacados?
3 — El primer fracaso de la Compañía Virginia de Plymouth
En 1606, el rey Jacobo I creó dos compañías para que compitieran en la colonización de la costa atlántica de Norteamérica desde la Florida española hasta el Canadá francés: la Virginia Company of London y la Virginia Company of Plymouth. Ese mismo año, la compañía de Plymouth envió un barco cargado de colonos para fundar una colonia, pero fue capturado por los españoles cerca de Florida.
4 — El fracaso de Jamestown
El siguiente intento de asentamiento permanente data de 1607 y se produjo en el actual estado de Virginia, a orillas de un canal navegable situado al sur de la bahía de Chesapeake que llamaron río James. Allí, mandados por el capitán Christopher Newport, llegaron ciento cuatro hombres a bordo de tres navíos —el Susan Constant, el Godspeed y el Discovery— fletados por la Virginia Company of London. En una península que hoy es una isla fluvial, construyeron el fuerte Jamestown. La ineptitud de aquellos colonos ingleses para adaptarse y sobrevivir en un entorno hostil, y su torpeza al atacar a los nativos en vez de procurar su alianza, provocó que en pocos meses muriera el ochenta por ciento de ellos. Uno de los pocos supervivientes fue John Smith, el protagonista de la falsa historia de amor con la india Pocahontas que, a la sazón, era una niña de once años. La historia es tan falsa como la virginidad de la Reina Virgen. John Smith no mencionó esta peripecia en su libro A TRUE RELATION OF VIRGINIA publicado en 1608; sin embargo, sí la incluyó, falseando la edad de Pocahontas, en su THE GENERAL HISTORIE de 1624, plagiando la historia vivida por el español Juan Ortiz que leyó en la edición inglesa, publicada en Londres en 1609, de la obra de Fidalgo de Elvas: RELAÇAO VERDADEIRA DOS TRABALHOS QUE O GOVERNADOR FERNANDO DE SOUTO Y OUTROS PASARON NO DESCOBRIMIENTO DA FLORIDA (Évora, Portugal, 1557).
Una nueva expedición llevó nuevos colonos y suministros, pero nuevamente, agotadas las vituallas, fueron incapaces de procurarse alimentos. Su situación se volvió tan insostenible que llegaron a practicar el canibalismo. En 1610, de los aproximadamente quinientos habitantes de la colonia solo sobrevivían sesenta. Finalmente, el asentamiento terminó desapareciendo. Es fácil imaginar el patético escenario: espectros macilentos encerrados en el fuerte sin atreverse a salir por miedo a los indios, deambulando por el interior en busca de algo que comer y, en el colmo de la desesperación, devorando caballos, ratas, serpientes e incluso los cadáveres de sus propios compañeros. Un colono mató a su propia esposa y se la comió. Después fue ejecutado… y no sabemos si sus verdugos se lo comerían. Más adelante, un nuevo asentamiento establecido tierra adentro sí prosperaría.
A pesar de todo, la propaganda anglosajona —ellos la llaman historia— presenta la colonia de Jamestown como un enorme éxito. Así, en la página HISTORIC JAMESTOWN podemos leer: Jamestown, un lugar de muchos comienzos. Venga a seguir los pasos del capitán John Smith y de Pocahontas mientras exploramos los comienzos de Estados Unidos. Aquí comenzó el éxito de la colonización inglesa en América del Norte. Y en la página de WORLD HISTORY ENCYCLOPEDIA dedicada a Jamestown leemos: La colonia de Jamestown en Virginia fue el primer asentamiento inglés permanente en América del Norte fundado en 1607. Fue el tercer intento de la Compañía de Virginia de Londres para establecer un centro comercial permanente en las Américas después de los fracasos de la Colonia de Roanoke (1587-1590) y la Colonia de Popham de 1607-1608. Y la página de WIKIPEDIA dedicada a la Colonia Popham, insiste en el éxito de Jamestown con estas palabras: Fue fundada unos meses después de su rival más exitoso, la colonia de Jamestown. Pizarro con trece españoles había conquistado el Imperio Inca, pero no realiza hazañas quien quiere sino quien puede.
5 — El fracaso de Popham
También en 1607, aunque unos meses después, en agosto, un nuevo asentamiento inglés se sumaría a la lista de fracasos. La colonia Popham o Sagadahoc fue establecida por la Virginia Company of Plymouth cerca de la desembocadura del río Kennebec —entonces llamado río Sagadahoc— en la actual población de Phippsburg, estado de Maine, y solo duró catorce meses. Entre 1607 y 1608, murieron varios de los ciento veinte colonos, entre ellos el jefe de la expedición. Ya en diciembre de 1607, acuciados por el hambre, la mitad de los colonos decidieron regresar a bordo del Gift of God, uno de los dos barcos que los había llevado hasta allí. Hicieron la travesía tan escasos de provisiones que solo la venta de su pobre carga en las Azores los salvó de morir de inanición. En 1608, después de que los indios atacaran el campamento e incendiaran varias construcciones, parte de los supervivientes decidieron regresar en el primer barco construido por los ingleses en el Nuevo Mundo, la pinaza Virginia de Sagadahoc. La construcción de esta nave, capaz de realizar travesías transatlánticas, es considerada un gran logro por las fuentes anglosajonas. Los españoles habían construido su primer barco americano, la carabela Santa Cruz, ciento doce años antes, en 1946, en el astillero levantado a tal fin en Villa Isabela, isla de La Española.
Los restantes colonos de Popham volverían a casa poco después, a bordo del otro barco en el que habían realizado el viaje de ida, el Mary and John. La ubicación exacta de esta colonia no se conoció hasta que, en 1888, se encontró en el Archivo General de Simancas un plan español para sitiarla junto con un plano, conseguido por los espías del rey Felipe III, del fuerte St. George que los colonos ingleses proyectaban levantar en un promontorio del asentamiento. Las excavaciones actuales muestran que solo llegaron a construir las trincheras defensivas.
6 — Los puritanos del Mayflower fueron salvados in extremis por los indios
La mitología fundacional estadounidense cuenta que los primeros colonos fueron los del Mayflower, pero, como hemos visto, no fue así. Los ciento dos colonos que viajaban a bordo del barco Mayflower financiados por John Carver, eran puritanos ingleses —calvinistas radicales— que habían huido a Flandes para descubrir que allí tampoco los querían, por lo que decidieron marchar al Nuevo Mundo. La Corona británica les había asignado como destino la colonia de Virginia, pero, tras sesenta y seis días de navegación, las tormentas los llevaron al cabo Cod, en la costa del actual Estado de Massachusetts. Aquellos colonos, como sus antecesores, también resultaron manifiestamente incompetentes para adaptarse al nuevo hábitat y poner en práctica actividades que les permitieran sobrevivir. Muchos de ellos murieron de hambre y de frío durante el primer invierno. El intento de asentamiento hubiera terminado nuevamente en fracaso de no ser porque, los que lograron sobrevivir hasta la primavera, tuvieron la suerte de encontrar a un indio patuxet que sabía hablar inglés. Este indio, al que llamaron Squanto, había sido capturado junto con otros de su tribu por Thomas Hunt, explorador de John Smith, y vendido como esclavo. En Málaga, unos frailes lo compraron y le dieron la libertad tras cristianizarlo y enseñarle español. Tras diversas peripecias, Squanto trabajó en Inglaterra, donde aprendió inglés, y finalmente pudo regresar a su tierra. A su llegada descubrió que las capturas y las enfermedades de los ingleses habían exterminado a su tribu. Cuando encontró a los puritanos del Mayflower vivía con los indios wampanoags. Squanto los ayudó a establecer relaciones amistosas con su nueva tribu y les enseñó a cultivar maíz, a pescar, a cazar, a poner trampas y a fabricar las herramientas necesarias para todo ello. Gracias a esta ayuda inicial, aquella colonia prosperó y animó a otros muchos ingleses a viajar a Norteamérica. Por fin habían alcanzado el éxito, pero, en todo caso, un éxito relativo que tampoco resiste comparación alguna. Los españoles llegaron a América en 1492 y, en cincuenta años, habían incorporado a la Corona española más de quince millones de kilómetros cuadrados. Los prófugos del Mayflower llegaron en 1620 y, ciento cincuenta años después, ellos y los que los siguieron se habían extendido por apenas medio millón de kilómetros cuadrados. La verdadera expansión no fue inglesa sino estadounidense. La llevaron a cabo los ya independientes Estados Unidos que, a partir de 1783, en menos de un siglo multiplicaron su territorio por ocho.
Epílogo.-
Resulta curioso constatar que las fuentes anglosajonas consultadas justifican los fracasos de los asentamientos de Roanoke, Jamestown y Popham aduciendo que la mayoría de los colonos eran miembros de la baja nobleza, ignorantes de todo lo relativo a agricultura o ganadería pero convencidos de que llegar a América y enriquecerse recogiendo oro a espuertas iba a ser todo uno. En cambio, en el caso de los plebeyos colonos del Mayflower, la excusa para su inicial fracaso es que, en la Inglaterra de la época, la caza y la pesca eran actividades reservadas a los aristócratas y, por tanto, las desconocían. ¿En qué quedamos? ? Así escriben su historia los ingleses, una historia que representa el triunfo de la propaganda sobre la evidencia.
En todo caso, lo que sí compartían todos era el estricto supremacismo religioso de los protestantes; y en lo que sí resultaron todos diestros y eficaces fue en el exterminio sistemático e institucional de los nativos americanos; un exterminio del que no hay censos y que, consecuentemente, resulta imposible de cuantificar. Por otro lado, esta cuantificación no ha interesado nunca ni a los historiadores ni a los intelectuales ni a los políticos anglosajones. Para ellos, los indios fueron tan despreciables, tan inferiores, tan infrahumanos que nunca merecieron ni consideración en sus leyes ni comentario alguno en sus escritos. Los únicos indios que han despertado su interés son los hispanos y solo en la medida en que puedan ser utilizados para la propaganda hispanófoba. Ciertamente, hay excepciones, heroicas excepciones; muy pocas, pero algunas hay.
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Antes de acabar, quiero reiterar lo escrito en la entrada SOBRE LA LEYENDA NEGRA de 16-07-2022: “No debo ni quiero acabar este ensayo sin rendir un homenaje de admiración y respeto a la doctora M.ª Elvira Roca Barea; en mi humilde opinión, uno de los intelectos mejor amueblados del panorama español actual. Gracias a sus libros, a sus artículos, y a sus conferencias, charlas y entrevistas, que pueden encontrarse en You Tube, muchos españoles e hispanoamericanos hemos entendido, por fin, el porqué de tantísimas incongruencias y rarezas relativas a la historia del Imperio español que estudiamos siendo adolescentes. Cuestiones que venían atormentando nuestra autoestima y cuyas causas venían intrigando nuestra curiosidad desde entonces”.
FUENTES.-
John H. Elliott (1930-2022), IMPERIOS DEL MUNDO ATLÁNTICO: ESPAÑA Y GRAN BRETAÑA EN AMÉRICA, 1492-1830, Editorial Taurus, 2011.
María Elvira Roca Barea, IMPERIOFOBIA Y LEYENDA NEGRA, Biblioteca de Ensayo Siruela, Ediciones Siruela S. A. Madrid 2016, 2017.
National Park Service. Historic Jamestowne: https://www.nps.gov/jame/espanol/index.htm
Óscar Reyes, PADRES PEREGRINOS, LOS FUNDADORES DE ESTADOS UNIDOS QUE HUÍAN DE INGLATERRA, La Razón Historia, 05-10-2021: https://www.larazon.es/cultura/20200906/cylvnhpef5fs3juj337fwnzuma.html
Ronald Hilton, LA LEYENDA NEGRA Y LA ILUSTRACIÓN. HISPANOFOBIA E HISPANOFILIA EN EL SIGLO XVIII, Editorial El Paseo colección Memoria, Sevilla 2019.
WORLD HISTORY ENCYCLOPEDIA en español: https://worldhistory.org/trans/es/colonia-de-jamestown-virginia/
Historia de Iberia vieja, POCAHONTAS, ¿UNA HISTORIA VERDADERA? 04-09-2015: http://www.historiadeiberiavieja.com/secciones/historia-moderna/pocahontas-historiaverdadera
Wikipedia.
El gran problema es que nuestros jóvenes solo conocen la historia, la poca que se enseña, desde el punto de vista de este tipo de historiadores que menosprecian todo lo que es España. Y en la tele da igual que veas piratas del Caribe o un documental de los incas. Los españoles siempre son los malos, sucios y brutos saqueadores.
«qué hacen nuestros intelectuales, nuestros literatos, nuestros catedráticos, nuestros académicos, nuestros políticos, nuestros poderosos?» Esa es la gran pregunta.