Carles Puigdemont

El emperador Carlas I abrigado por el amarillismo

En la Alemania nacionalsocialista de los años treinta, el gobierno de Adolf Hitler mandó una circular a todos los alcaldes para que le enviaran una lista de los judíos censados en su término municipal.

Por supuesto que hubo alcaldes a los que aquello les pareció un atropello y respondieron que en su término municipal no había judíos censados, aunque fuera mentira. Sin embargo, a pesar de esa actitud, ya habían caído en la trampa sociológico propagandística de Goebbels, puesto que, de forma implícita, habían reconocido por escrito y en documento oficial, que los judíos eran ciudadanos distintos al resto de los alemanes.

Ese mismo truco goebbeliano es el que emplea el catalanismo independentista desde siempre y con reiteración contumaz de contrastada eficacia.

Se atribuyen los artistas un enigmático “hecho diferencial”, y tanto los políticos como los periodistas asumen esa terminología como si fueran borregos oligofrénicos, a pesar de que, implícitamente, están colocando a los catalanes no independentistas y a los no catalanes (entre los que se encuentran ellos mismos) en un plano de inferioridad. Conclusión:  los ciudadanos del común quedamos como tontos y pagamos impuestos, mientras que los insurrectos obtienen una victoria sociológico propagandística sin despeinarse.

Organizan una pantomima grotescamente ridícula a la que llaman referéndum y tanto los políticos como los periodistas se quitan la vez para llamar referéndum a la bufonada. Nueva victoria sociológico propagandística otorgada a los delictuosos, mientras que los ciudadanos de a pie que cumplimos las leyes y pagamos nuestros impuestos, vemos con asombro como nuestro dinero financia la fantochada, a los fantoches, a la parentela de los fantoches hasta el tercer grado de consanguinidad e incluso a la policía autonómica que ampara y protege a los fantoches.

No contentas con eso, nuestras ínclitas autoridades permiten que los insurgentes acudan a depositar papelitos tamaño octavilla, en unas cajetas de cartón que ya venían llenas de fábrica, por si acaso. Una vez más, tanto políticos como periodistas se apresuran a legitimar la mascarada hablando de urnas, papeletas y votación. Y aunque añadan las palabras ilegal y anticonstitucional, eso no resta ni un ápice de contundencia a la nueva victoria sociológico propagandística que les regalan a los sediciosos. ¡Pero si las  ínclitas autoridades ya mentadas, llegaron al extremo de mandar a la policía autonómica para salvaguardar las pretendidas “mesas electorales”! ¿Alguien se imagina a Napoleón cediéndole su artillería a los ingleses antes de Waterloo? Pues eso.

Y ahora que el emperador Carlas I y su corte han huido a Bruselas para hacer el ridículo internacionalmente un día sí y otro también; ahora que en toda Europa han calado ya las mentiras del independentismo catalán; ahora que una profesora universitaria danesa, Marlene Wind, desconcierta y amilana a Carlas I con unas preguntas de un sentido común sanchopancesco ¿Qué hacen nuestros políticos y periodistas?… En efecto. Continúan erre que erre regalándoles victorias sociológico propagandísticas a los facciosos todos los santos días, al tiempo que elevan el hartazgo del honrado contribuyente a la categoría de saturación y hastío.

Decididamente, es de justicia reconocer que los independentistas catalanes han sabido asimilar el ejemplo y las enseñanzas del ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del III Reich, Joseph Goebbels, con un aprovechamiento digno de mejor empeño.


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