Portada del libro

Esta es la introducción al nuevo libro que acabo de publicar que se titula LA COCINA EN VERSO y que, como aclara el subtítulo, es una antología comentada de poesía gastronómica. El libro contiene una completa antología de poemas en cuyos argumentos intervienen las cosas del comer y del beber, acompañados de suculentas reseñas biográficas de los autores correspondientes. Como en todo banquete bien dispuesto, en este gaudeamus poético los manjares se sirven con el mejor orden y concierto, el cronológico; van sazonados con sabrosos comentarios y guarnecidos con exquisitos datos, análisis, anécdotas y curiosidades históricas, que convierten cada plato en un deleite para los sentidos y un festival para el espíritu. Disponte, lector amigo, a disfrutar con la más apetitosa de las lecturas, nutritiva para el intelecto, de gratísima ingestión y aún mejor digestión.

INTRODUCCIÓN

Recordar los platos que hicieron nuestras delicias cuando éramos niños. Sentir nostalgia por los sabores perdidos. Reencontrar comidas olvidadas. Disfrutar el suave placer cotidiano de aromas, bebidas y bocados que nos resultan ya tan familiares como nuestro propio ombligo: el delicioso aroma del café recién hecho, el vivificante olor del puchero en la hornilla, el crujir del primer mordisco a la tostada, la humedad en el ápice del labio superior abriéndose camino entre la compacta espuma blanca, en dirección al primer sorbo de cerveza helada un caluroso mediodía de verano… En realidad, cualquier aspecto relacionado con la alimentación puede convertirse en el estímulo que nos despierte sensaciones muy poderosas; en el detonante de emociones que regocijen nuestro espíritu y alegren nuestro humor. Y de sentirlo a tener la necesidad de expresarlo hay solo un paso, aunque, eso sí, cada quien lo hará con mejor o peor fortuna según sus aptitudes. La mayoría nos conformamos con un ¡Esto está buenísimo! ¡Me recuerda al que hacía mi madre! o ¡Mi enhorabuena al cocinero! Pero hay personas con capacidades artísticas felizmente desarrolladas y dispuestas a ponerlas al servicio de su sensibilidad culinaria. Así, aquellos a quienes la pulsión estética eleva por los musicales dominios de la musa Euterpe, pueden componer hermosas canciones como COCINERO, COCINERO; CON LAS MANOS EN LA MASA; SARANDONGA o COCIDITO MADRILEÑO. Si su especialidad son las artes plásticas, pueden pintar maravillosos oleos como VIEJA FRIENDO HUEVOS o EL AGUADOR DE SEVILLA. Si su sensibilidad encuentra en la narrativa el mejor cauce de expresión, pueden crear personajes como el detective cocinero Pepe Carvalho o el comisario gourmet Salvo Montalbano. Y si es el estro poético el que ilumina su caletre, pueden componer cualquiera de los poemas que recoge esta antología.

Y es de estos últimos, de los “gastropoetas”, de los que nos vamos a ocupar. A través de las páginas de este libro, vamos a realizar un viaje cuyo recorrido será la gastronomía en verso a lo largo de la historia.

El origen de este periplo coquinario a través del tiempo, podemos situarlo un millón y medio de años atrás, cuando nuestros antepasados Homo erectus descubrieron el fuego y la forma de usarlo. La técnica para encenderlo y controlarlo no se desarrollaría hasta unos setecientos cincuenta mil años después. Con el fuego comenzó una de las primeras artesanías del ser humano: la cocina; que andando el tiempo se convertiría también en una de las primeras artes: la gastronomía. Si cocinar transformó la necesidad de alimentarse en regocijo del espíritu, opinar sobre lo cocinado transformó al hombre en caballero.

El desarrollo de la artesanía coquinaria requirió el concurso de otros oficios, tales como la cerámica que le proporcionó los cacharros donde cocinar, la talla que le suministró los primeros utensilios de cocina, o la metalurgia que revolucionó todo el utillaje guisandero.

Paralelamente, el arte gastronómico requirió del desarrollo de un lenguaje lo suficientemente fluido y complejo como para permitirle expresar con palabras las experiencias, las sensaciones y las emociones del buen comer. Y es que un gastrónomo de clausura resulta tan inconcebible como un predicador eremita, un proxeneta célibe o un escriba ágrafo. Naturalmente, trasladar esta verborrea “gastrilocuente” a la escritura, formaba parte de la evolución normal de las cosas. Y, por supuesto, canalizar esa retórica culinaria hacia la mayor calidad expresiva y la superior calidez emotiva del verso, iba de oficio. Y hete aquí que, con el natural rodar de los acontecimientos, hemos venido a parar a la estación de partida desde la que vamos a iniciar este viaje poético-gastronómico.

Para hacer este viaje

gastrónomo-literario,

estro-reconstituyente,

y lírico-culinario;

para viajar virtualmente

por poéticos pucheros,

por rimados cucharones,

y por aliñados versos;

para recorrer con goce

los más inspirados platos,

los más atávicos puches,

y los más ricos guisados;

considero inevitable,

y con humildad lo acato,

emular a los juglares

sin vergüenza ni recato;

y, soslayando temores,

pergeñar algunos versos

que abran el peregrinaje

por gaudeamus poéticos.

Con el burro por delante

el carro está ya dispuesto,

sed asaz benevolentes

con los ripios del trayecto.

En históricas edades

encontraréis agrupados

poemas originales

con esmero redactados.

El nacimiento del vate

prescribe la ordenación

que determina y dispone

de autores la sucesión.

No obstante, lector amigo,

puedes leer en desorden,

abrir el libro al acaso

y disfrutar el que toque.

De hecho te lo aconsejo,

que sorpresa y diversión

son complementos perfectos

de la buena digestión.

Y ya, sin más dilaciones,

por poemas y por versos,

por rimas y por autores

el viaje comencemos.


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