Mapa protectorado español 2

Todas las carencias y debilidades del ejército destacado en Melilla, eran perfectamente conocidas por Mohamed Ben Abd el-Krim el-Jatabi, que durante años fue funcionario de la administración española en la Oficina Central de Tropas y Asuntos Indígenas de Melilla. Su desempeño como traductor le daba acceso además, a valiosa información sobre las relaciones entre las autoridades españolas y las distintas cabilas rifeñas.

Abd el Krim 3Hijo de un jefe de tribu, había estudiado el bachillerato español en Tetuán y Melilla. Después estudió derecho islámico en la Universidad de Fez, aunque también cursó estudios en la de Salamanca.

Fue el principal colaborador de las autoridades españolas, en su empeño por promover el conocimiento de la cultura musulmana en general y de la rifeña en particular, por parte de la oficialidad y de la tropa del ejército de África, como medio para facilitar la integración y la buena armonía con los indígenas. A tal fin, ya en 1906 crearon la Academia de Árabe y Rifeño de Melilla, y animaron a los militares a cursar estudios por medio de unos incentivos económicos realmente motivadores. Los soldados que aprobaban los tres cursos que duraba el programa y obtenían el título, recibían una gratificación de 500 pesetas, y los oficiales de 1.000 pesetas. Para comprender la importancia de estas cantidades, pensemos que el sueldo anual de un obrero, rondaba las 700 pesetas. Estas cantidades llegaron a duplicarse con el paso de los años. La academia estuvo dirigida desde sus inicios por Mohamed Ben Abd-El-Krim y por el arabista Cándido López Castillejos. En ella enseñó también Mohamed Ben Hay Amar Tah Tah. Abd-El-Krim se ocupaba de los jefes, oficiales y altos cargos de la administración, mientras que Castillejos enseñaba a soldados y civiles. Sería clausurada en 1929 por Real Decreto del Gobierno de Primo de Rivera.

Abd-El-Krim también enseñó en la escuela primaria para niños musulmanes, que se inauguró en septiembre de 1907 bajo la dirección de Francisco Sempere, autor de la iniciativa.

En apariencia, Abd-El-Krim estaba perfectamente integrado en la cultura española y en la sociedad de Melilla: era funcionario; era redactor del periódico local “El Telegrama del Rif” en el que publicaba un artículo diario en árabe; gozaba de general aprecio y estaba muy bien considerado por sus superiores, el coronel Riquelme y, en especial, el ilustrado coronel Morales, jefe de la Oficina Indígena de Melilla y de la Policía Indígena, quien siempre le profesó sincera amistad y hasta el final creyó que podría llegar a acuerdos con él si ambos se sentaran a dialogar tranquilamente. Gabriel Morales y Mendigutia, también cubano, hablaba perfectamente el chelja y el árabe, era historiador, arabista, y el militar español de la época que mejor llegó a conocer y comprender a los rifeños.

Abd el-Krim fue nombrado cadí muy joven, y con solo 32 años, alcanzó el cargo de cadí coda, es decir, jefe del tribunal judicial de apelación de los musulmanes en Melilla. Pero todo esto no era más que taquiyya, fingimiento, que utilizó, entre otras cosas, para atraer a su causa a buena parte de las tropas indígenas del ejército español. Ya durante la rebelión, sus promesas de establecer negociaciones fueron constantes y siempre falsas. Abd el-Krim sólo buscaba mantener engañados a su amigo el coronel Morales y al general Silvestre. Y lo consiguió.

El fingimiento o disimulo, taqiyya, kitman, idtirar, hiyal… no tiene equivalencia en las religiones cristianas ni en su concepto de la moralidad. Para comprender que el fingimiento, el engaño o la traición no son deshonrosos para los mahometanos, sino lícitos cuando están entre infieles o entre sarracenos de diferente credo, conviene recordar que para los musulmanes, el mundo se divide en dos partes: la casa del Islam (Dar al-Islam) y la casa de la guerra (Dar al-Harb). Los islamitas habitan la primera casa y su religión los obliga a conquistar y someter a la segunda casa, hasta que todo el mundo sea casa del Islam y todos sus habitantes sean mahometanos o paguen tributo a los verdaderos creyentes. Dar al-Harb está formada por los territorios no musulmanes, que a su vez se clasifican en tres categorías: Darl al-Ahd son los lugares donde los gobiernos profesan y promueven el Islam; Dar al-Suhl donde el Islam es respetado pero los líderes no son musulmanes, y Dar al-Dawa aquellos en los que ni pobladores ni gobernantes son musulmanes. Los países, los habitantes y los bienes de la cristiandad, que habitan en “la casa de la guerra”, y dentro de ella, en la fracción más desvinculada del Islam, Dar al-Dawa, les pertenecen por derecho. Allí donde tengan fuerza arrasarán a los cristianos, y allí donde sean más débiles ocultarán susAljamiado intenciones, llegando incluso a simular su conversión, consumir carne de cerdo y practicar los rituales cristianos como asistir a misas y comulgar, como hicieron los moriscos españoles. Utilizarán el engaño, el halago y las zalamerías –taquiyya– mientras aguardan el momento propicio para sojuzgar y expoliar a los infieles.

Probablemente ni el General Silvestre ni sus colaboradores, dieron la importancia debida a la taquiyya de los musulmanes. De otro modo, habrían obrado con más cautela y depositado menos confianza en los pactos suscritos con las cabilas “amigas” y en el juramento de fidelidad prestado por las tropas indígenas.

En 1915, durante la Primera Guerra Mundial, los franceses sospecharon que Abd el-Krim estaba colaborando con los alemanes. En Melilla se le abrió una investigación que desveló su doble juego y, como consecuencia, hubo juicio y prisión. Tras el cumplimiento de la Abd el Krim y hermanocondena, Abd el-Krim se retiró a su cabila para preparar la rebelión del Rif. Hizo venir a su hermano M’Hammad que estudiaba Ingeniería de Minas en Madrid y se alojaba en la famosa residencia de estudiantes de la Institución Libre de Enseñanza. Él sería quien dirigiría el ejército de Abd el-Krim.

En 1920 se había convertido en el caudillo de los rebeldes que, en poco tiempo, pasarían de 3.000 a 11.000, reclutados entre las cabilas de las montañas. Posteriormente se les unirían otros 7.000, entre desertores del ejército español, y rifeños de las cabilas “aliadas” de España.


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