Recientemente, disfruté del placer de alojarme en uno de esos hoteles rurales que en Castilla-La Mancha llaman hospederías. Un lugar precioso decorado en el más castizo estilo castellanomanchego. Tanto la estética del lugar y el trato recibido por el personal del hotel como su muy destacable gastronomía, contribuyeron a que mi estancia fuera agradable. Y sin embargo, el cúmulo de despropósitos que encontré en la habitación, por otro lado amplia, cómoda y bonita, me hicieron pensar en las secuelas de la LOGSE, esa losa de incompetencia intelectual que el presidente González y su ministro Maragall hicieron caer sobre nuestros jóvenes hace ya no sé cuántos años.
La LOGSE es comparable al virus de la viruela, y las leyes que la han ido sucediendo, todas ellas del mismo jaez progresista, que no de progreso, no han sido sino mutaciones del mismo genoma vírico.
Ciertamente, la gran mayoría de los enfermos de viruela, sanan; pero les queda ya de por vida una secuela consistente en las llamadas marcas de viruela, unas profusas escoriaciones epidérmicas en cada una de las cuales falta una diminuta cantidad de tejido epitelial. De igual manera, la LOGSE y sus sucesoras son como una patología que afecta al cerebro, y aunque la mayoría de los pacientes que la padecen, los educandos, consiguen sanar de la enfermedad, les quedan de por vida una pléyade de pequeñas escoriaciones en el intelecto, cada una de las cuales representa una idea ausente, un concepto ignorado, un razonamiento precario… en definitiva una carencia intelectual que más pronto que tarde pasará factura. Solo así se pueden explicar las anomalías tan faltas de sentido común que encontré en la mencionada habitación. Pero mejor juzgue el lector por sí mismo.
En primer lugar y por empezar por algún sitio, está el asunto del cabecero de la cama, un cabecero de hierro con el remate superior en bronce. Muy bonito, al estilo de los que se fabrican en Riópar. El cabecero va anclado a la pared por medio de dos alcayatas, pero lo han puesto con tal puntería que uno de los barrotes tapa el enchufe de la pared inutilizándolo por completo. Era difícil, pero lo han logrado:
En segundo lugar está el asunto de la iluminación. El techo de la habitación es de madera y los focos van empotrados en ella. Hay en él una serie de troncos de pequeño diámetro que consiguen un efecto rústico y decorativo. En la habitación hay una zona de estar compuesta por una mesita camilla y dos mecedoras. Pues bien, han situado uno de los focos sobre una viga con tal precisión, que crea un espacio de sombra sobre la mecedora, de modo que resulta imposible leer sentado en ella:
En tercer lugar está el asunto del grifo del lavabo en el cuarto de baño. El lavabo es un lebrillo muy acertado en ese estilo decorativo, pero han elegido un modelo de grifo tan corto que no queda prácticamente espacio entre el chorro de agua y la pared del lebrillo, haciendo muy difícil poner las manos debajo para recoger agua y llevarla a la cara:
Y en cuarto y último lugar aunque no por ello menos significativo, está el tema de las toallas. Todas llevan en relieve el nombre de la hospedería, y ese relieve tiene una cara y una cruz. Pues bien, lo han hecho con tal desacierto que la cara del relieve, es decir dónde se lee correctamente y de izquierda a derecha el nombre de la hospedería, coincide con la cruz de la toalla, es decir la parte donde va cosido el dobladillo y dónde está la etiqueta:
Y es que la LOGSE ni perdona ni tiene compasión con sus víctimas.
Hemos mencionado aspectos muy diversos ejecutados por profesionales distintos. Las únicas características comunes a todos son la falta de sentido común, la falta de atención a la hora de hacer el trabajo y la falta de responsabilidad, todas ellas secuelas de este perverso sistema educativo implementado por la LOGSE y de la no menos perversa idea de que a los niños no hay que regañarles porque se traumatizan. Esta es la herencia que deja nuestra generación, progresismo a tope, pero ¿progreso?…