Por una vez y sin que sirva de precedente, en España se forma un equipo multidisciplinar con acreditados expertos y medios técnicos avanzados, con la loable finalidad de encontrar el enterramiento del más grande genio de las letras que ha conocido la historia que, para su desgracia, fue español, mire usted por dónde.
Ante esta feliz noticia, se vive el espejismo de estar en una nación culta e ilustrada… ¡pero no! Los soplagaitas de siempre que aquí son legión, los que en el XIX se cargaron “La Pepa”, los que en el XX provocaron una guerra civil con su intransigencia y cerrilidad, los que en el XXI abominan de la democracia y abrazan la nueva religión bolivariana, en fin los de toda la vida en esta España de nuestras entretelas, tienen que aprovechar para dárselas de buenistas, de solidarios o de yo que sé qué, denunciando en todos los foros a los que tienen acceso, el dineral que se está despilfarrando en el intento.
Pues no, de eso nada. En primer lugar, como han archidemostrado las naciones civilizadas de nuestro entorno, en cultura no se gasta, se invierte. Y después se recupera con creces lo invertido. En segundo lugar, estamos hablando de cuánto ¿sesenta, ochenta, cien mil euros? Pero si con eso no nos llega a los pagadores de impuestos, ni para costearle una mariscada en Bruselas a los sindicalistas de CCOO, ni tan siquiera para pagar una noche de juerga en la feria de Sevilla a los sindicalistas de la UGT. ¡Señores, seamos serios!
Ojalá que el proyecto siga adelante y para el 2016, año en el que se cumplen cuatro siglos de la muerte de nuestro genio, su lugar de descanso esté inequívocamente localizado, y convenientemente ornado y honrado.