Pintada fotografiada el 01-03-2023 en la pared exterior de un edificio de la UGR, el Carmen de la Victoria. Educamos a nuestros hijos en las mentiras de la leyenda negra recogidas por sus libros de texto, y este es el resultado.

En la primera parte de este artículo veíamos las circunstancias históricas que fraguaron en el mundo hispano el tontiberismo, esa amalgama de subordinaciones en materia cultural, moral, política y económica que condujo a nuestras élites a ser patriotas de lo foráneo y traidores a su propia patria. Y en esas siguen. Vimos como la anulación de la cultura y de la historia de la hispanidad requirió una completísima damnatio memoriae que borró la participación, cuando no el protagonismo hispano en la historia de occidente y en cada uno de sus aspectos parciales: historia de la ciencia, historia de las ideas, historia de la economía, historia de la navegación, historia de la gastronomía… Y vimos también como los tontíberos, las élites intelectuales, culturales, económicas y políticas, jugaron y siguen jugando un papel impagable en la difusión y el arraigo de la leyenda negra en la propia sociedad española. En palabras de Marcelo Gullo Omodeo[1]:

Ya en el siglo XX, la “intelligentzia” española, ora afrancesada, ora germanizada, ora norteamericanizada, propagó al conjunto de la sociedad —a través de sus cátedras, de sus libros y de sus artículos en los principales diarios del país— la leyenda negra, hecho que provocó que gran parte de la población tuviera una visión negativa de España y de lo que significa ser español.

La mera verdad es que la historia de Occidente e incluso la de gran parte de oriente, China incluida, resulta inconcebible sin la participación de España. Por eso, los enemigos de España se afanaron en sustituir la verdad histórica por una patraña pseudohistórica que, a día de hoy, se sigue estudiando en todas partes como historia verdadera. Concretamente, sobre Hispanoamérica, Marcelo Gullo Omodeo[2] nos dice al respecto:

A mediados del siglo XIX, las élites hispanoamericanas… decidieron imponer en el sistema educativo su particular versión de la historia de la conquista española de América… [que] fue aceptada por las élites universitarias hispanoamericanas —primero liberales y luego izquierdistas— como “lo que realmente ocurrió”.

Y realmente lo tuvieron fácil, les bastó con asumir como propias las patrañografías británica y francesa. La defensa a ultranza de esa falsificación integral, con frecuencia bastante burda, induce a los tontíberos a caer en extravíos identitarios, “olvidos” incomprensibles, contradicciones ridículas y errores de bulto como los que ponen de manifiesto estos once ejemplos que he distribuido en cinco artículos, y otros muchos, muchísimos, que omito.

1 – Australia del Espíritu Santo. –

Para empezar, una muestra, otra más, del inmenso poder de la propaganda hereje, especialmente si va apoyada por la maquinaria de desinformación histórica más potente jamás creada: el cine.

A todos nos suena el nombre del navegante inglés James Cook (1728-1779) y la mayoría estamos convencidos de que fue el descubridor de Australia en 1770. En cambio, me sorprendería que a alguien le sonara el nombre del español Luis Váez de Torres (ca. 1565-ca. 1610). Y eso que, como tantos de nuestros antepasados, hizo méritos más que sobrados para figurar en los libros de texto que estudian nuestros escolares. De hecho, en ellos estaría si no hubieran sido escritos por tontíberos.

Váez (o Vaz) fue militar, cartógrafo, explorador y, sobre todo, un navegante extraordinario. En 1605 formó parte de la expedición dirigida por Pedro Fernández de Quirós, capitaneando la nave San Pedro de ciento veinte toneladas. Cuando, en la noche del once de junio de 1606, una tempestad separó a la nave capitana que, seriamente dañada, logró volver a Acapulco, Váez de Torres asumió el mando de las dos naves restantes y continuó con la misión. Ese mismo mes recorrió el estrecho que separa Nueva Guinea de Australia y que en su honor se llama estrecho de Torres, cartografió la costa de Nueva Guinea y divisó una gran tierra que, según comprobó, era una isla de grandes dimensiones. La llamó Australia del Espíritu Santo en honor a la Casa de Austria. En mayo de 1607 puso rumbo a Manila, donde llegó el día veintidós. El doce de julio escribió al Rey, y esa es la última noticia que tenemos de este gran marino que realizó una de las navegaciones más arriesgadas y mejor pilotadas que surcaron el océano Pacífico, descubriendo y cartografiando nuevas rutas y numerosas islas, arrecifes y bahías.

La mayoría de los mapas, informes y cartas de navegación de Torres fueron enviados a España, pero algunos quedaron en Manila. Siglo y medio después, cuando en 1762 los británicos saquearon Manila, cayeron en sus manos y fueron los que utilizó James Cook para “descubrir” Australia en 1770, ciento sesenta y cuatro años después que Torres.

Que los anglosajones, con su “prestigiosa” BBC y su “prestigiosa” National Geographic, de forma explícita o implícita atribuyan el descubrimiento de Australia a ese tal Jaime Cocinero, entra dentro de lo comprensible. Favorece sus intereses y, además, una mentira más no se va a notar. Son tantas… Pero que las tontíberas élites hispanas les sigan el juego es de traidores execrables.

2 – El origen de las libertades ciudadanas. –

La damnatio memoriae negrolegendaria, fielmente secundada por los tontíberos hispanos, también ha borrado de nuestros libros de texto el hecho de que, tras la caída del Imperio romano de Occidente, durante el medievo, el resurgir de las libertades ciudadanas tuvo lugar en los reinos cristianos de la península ibérica. También nos han ocultado que, preludiando el nacimiento del liberalismo burgués, la constitución de 1812, la Pepa, fue la más avanzada de su época y sirvió de modelo a todas las constituciones liberales posteriores. Y que, para redactarla, aquellos legisladores españoles de ambos lados del Atlántico pasaron olímpicamente de la Revolución francesa, de la Constitución francesa, de la Ilustración francesa y de todo lo que apestara a francés, y acudieron al Fuero Juzgo y demás códigos medievales para fundamentar el desarrollo legislativo constitucional en la tradición jurídica española[3]. Según nos cuenta Ignacio Fernández Sarasola[4]:

…los liberales…, lejos de acudir a la autoridad de los pensadores galos afirmaron que todas las medidas políticas que pretendían implantar en España se hallaban recogidas en las antiguas Leyes Fundamentales de Casti­lla y, sobre todo, de Aragón.

El historiador argentino Ignacio G. Tejerina Carreras nos dice al respecto[5]:

…trescientos años antes de la Revolución Francesa que nosotros [los argentinos] usamos y pregonamos como el origen de nuestras libertades, los campesinos de Castilla eran libres de cambiar su residencia y su trabajo, pudiendo mudarse de domicilio sin perder sus propiedades; y que la conquista de libertades que se originó en Aragón fue más democrática que la Magna Carta arrancada por los barones ingleses al rey Juan sin Tierra.

Naturalmente, los franceses, los ingleses, los hispanos y el resto de los terráqueos, estudiamos que las libertades ciudadanas se originaron en la Carta Magna de Juan sin Tierra y llegaron al summun de la perfección con la Revolución francesa. ¡Faltaría más!

Sí, ya, pero, ¿no hemos quedado en que fueron los españoles los pioneros en la consecución de esas libertades? ¿en que, según la UNESCO, el parlamento más antiguo del mundo, cuna del actual sistema representativo parlamentario y de la democracia, fueron las Cortes de León de 1188 presididas por Alfonso IX?

Pues sí, pero… ¡con los tontíberos hemos topado! Gracias a ellos, el común de los españoles considera como la mayor de las fortunas que los Borbones trajeran a España la ilustración francesa y que los enseñaran a abominar de su presunta ignorancia, de su presunto atraso científico y cultural y de sí mismos. ¿Qué? ¿Qué, en todo caso, fueron consecuencia directa de las medidas educativas ilustradas que impuso el Borbón Carlos III? Pues ese detalle también se borra de los libros de historia y santas pascuas.


[1] Marcelo Gullo Omodeo, MADRE PATRIA, 12ª edición, Editorial Planeta, S. A., Espasa, Barcelona, 2021, p. 392.

[2] Ibídem, p. 321.

[3] Todos los miembros de las Cortes de Cádiz fueron de clase media y, consecuentemente, patriotas que despreciaban a los afrancesados.

[4] Ignacio Fernández Sarasola, LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1812 Y SU PROYECCIÓN EUROPEA E IBEROAMERICANA, disponible en: https://atlanticempires.files.wordpress.com/2010/07/fernandez-sarasola-ignacio-la-constitucion-de-1812-pdf.

[5] Ignacio G. Tejerina Carreras en su artículo YRIGOYEN Y EL DÍA DE LA RAZA: DÍA DE LA AMÉRICA CRIOLLA, publicado en el n.º 9 del Boletín de la Academia Asturiana de Heráldica y Genealogía, 2004, pp. 65-67.


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