Poste luz

En el Parque Natural de Despeñaperros

La Carolina, a la que, después de tantos años, me he ganado el derecho a llamar mi pueblo, no es un pueblo especialmente bonito. Sin duda tiene sus bellezas, pero no se le puede llamar bonito a un lugar donde las aceras están tachonadas de chicles aplastados y renegridos, donde el desencuentro del urbanismo con la coherencia afrenta al sentido estético más encallecido, donde circular a pie por su calle principal obliga a un consumado ejercicio de esgrima cefálica, para esquivar los toldos de los comercios y las ramas de los naranjos, dispuestos así, sin duda, para exoftalmar a los viandantes que superamos la altura de un hobbit que, por aquello de los genes alemanes, somos casi todos los carolinenses… Sin embargo, no se puede cuestionar ni la espectacular hermosura de sus puestas de sol ni la magnificencia de sus cielos.

La belleza del cielo no es más que el resultado de la interacción entre la atmósfera y la luz del Sol. Una cantidad de humedad relativamente pequeña y unas cuantas partículas de polvo y de ceniza, son suficientes para provocar en el cielo las múltiples manifestaciones de color que, a menudo, nos extasían.DSC05417

DSC09262Cuando se dan las condiciones atmosféricas adecuadas, pueden aparecer fenómenos cromáticos tan llamativos como el arco iris, los círculos de Ulloa, las coronas solares y lunares, los halos, los falsos soles, las falsas lunas y otros aún más raros como los espejismos, el rayo verde, la luz sagrada, las auroras polares, los fuegos de San Telmo… Todos ellos no son más que fenómenos ópticos perfectamente explicados por la ciencia.

PrismaPara comprender por qué vemos el cielo de color azul, imaginemos que dejamos pasar un rayo de sol a través de un prisma de vidrio o prisma óptico. La luz blanca se descompone por refracción en el abanico de colores que vemos en el arco iris y que, mezclados, formaban la luz blanca original: violeta, azul, verde, amarillo y rojo. La desviación con respecto a la trayectoria del rayo solar, es máxima para los rayos de longitud de onda corta, violeta y azul, y mínima para los de longitud de onda larga, amarillos y rojos, que continúan en una trayectoria casi rectilínea. El rayo violeta es el que más se separa de la dirección del rayo blanco y ahí está, precisamente, la explicación del color del cielo.

DSC05418Cuando los rayos de luz solar penetran en la atmósfera terrestre, las minúsculas gotitas de humedad actúan como diminutos prismas ópticos que descomponen la luz blanca en los colores del espectro. El resultado neto es que parte de la luz que nos llega desde el Sol en línea recta, al alcanzar la atmósfera se difunde en todas direcciones y llena todo el cielo. Los rayos violetas y los azules, una vez desviados, chocan con las partículas que hay en el aire una y otra vez, alterando su trayectoria en cada ocasión; ejecutan pues, una compleja danza en zigzag antes de alcanzar el suelo. Cuando por fin, llegan a nuestros ojos, no vienen directamente del Sol, sino de todas las regiones del cielo, como si fuera una lluvia fina. De ahí que el cielo nos parezca azul, mientras que el Sol nos parece amarillento-anaranjado porque los rayos amarillos y rojos son los menos desviados y llegan casi en línea recta desde el Sol hasta nuestros ojos.

SSanta 2015 (89)Ciertamente, el color del cielo debería ser violeta por ser ésta la longitud de onda más corta, pero no lo es por dos razones fundamentalmente: porque la luz solar contiene más luz azul que violeta y porque el ojo humano es más sensible a la luz azul que a la violeta.

La difusión producida por los gases es muy débil, sin embargo, cuando el espesor de gas es muy grande, como sucede en la atmósfera, el efecto llega a ser importante. El Sol, visto a través de niebla formada por gotas grandes, aparece de color blanco lechoso, mientras que observado cuando la niebla se debe a polvo fino, tiene aspecto de disco rojo, como ocurre a menudo durante el ocaso. Al atardecer, el camino que la luz solar recorre dentro de la atmósferaCielo otoñal hasta llegar a nuestros ojos, es más largo; los rebotes sucesivos en una infinidad de partículas, aumentan la probabilidad de que la luz acabe chocando con alguna partícula absorbente y desaparezca, de manera que incluso la longitud de onda amarilla es afectada y difundida y solo los rayos rojos siguen un camino casi rectilíneo. De ahí el color rojo del Sol poniente. Los colores que nos ofrece el cielo en estos casos, se originan también gracias a las partículas en suspensión existentes en el aire y a su efecto de “aerosol atmosférico», que dispersan y desdoblan la luz solar de múltiples modos, creando la celestial paleta de las puestas de Sol.SONY DSC


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