Seleccion espanola

Escudo de la selección española de fútbol

¿Alguien, que no pertenezca a su entorno familiar o a su círculo de amistades, conoce la ideología política del delantero centro del Sevilla, del defensa central de la Unión Deportiva Las Palmas o del lateral izquierdo del Valencia?

¿Alguien sabe a qué partido político le votó en las últimas elecciones autonómicas el presidente del Atlético de Madrid, el entrenador del Betis o el portero del Deportivo de La Coruña?

Nadie, ni a nadie le interesa. En España fútbol es fútbol y política es… todo lo demás.

Sin embargo hay un club de fútbol en la liga española, solo uno, que sí ha pretendido revestir su actividad deportiva de una dimensión política y utilizar sus éxitos para apoyar la ideología oficial de la entidad, declaradamente favorable al independentismo catalán: el Fútbol Club Barcelona. Son ellos y no los aficionados, los que desde hace años vienen cometiendo la provocativa impertinencia de inmiscuir deporte y política.

Hay, no obstante, numerosos deportistas adscritos a este club, que se desempeñan al margen de esa política oficial, salvo en terminar sus intervenciones diciendo eso de visca el barsa y visca Cataluña. Imposición que, dicho sea de paso, recuerda inevitablemente al viva Franco, arriba España de los tiempos de la dictadura.

No es el caso de Piqué. Este, por otro lado, excelente futbolista, sí secunda públicamente el posicionamiento oficial de sus directivos. Y lo hace malversando la tribuna que le proporciona su fama deportiva. Y lo hace a sabiendas de que inmiscuir política con fútbol, irrita a millones de espectadores que utilizan su afición como válvula de escape para los muchos disgustos que provee la vida cotidiana. Y lo hace a sabiendas de que la facción política que él apoya, los independentistas catalanes, repelen y encocoran a millones de aficionados que están hasta la coronilla de estar hasta la coronilla de estar hasta la coronilla de estar hasta… de que el independentismo catalán monopolice los informativos con sus memeces y mamarrachadas, día tras día, año tras año y lustro tras lustro.

No seré yo quien defienda el abucheo ni la pitada como medios de expresar opinión alguna. Me parecen una burla a la libertad de expresión y una vejación al parlamentarismo que cimenta la democracia. Sin embargo en este caso concreto, los abucheos a Piqué cuando defiende los colores de España, hay que aplicarle al delito la atenuante o incluso eximente de defensa propia. Es de justicia.


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