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Las almendras son un producto muy utilizado en la cocina granadina tradicional. La sopa de almendras fue y sigue siendo un clásico a la hora de la cena en las casas en las que se conserva la costumbre de cenar sopa que son cada vez menos, porque la tendencia actual es hacer cenas ligeras y porque cada día le dedicamos menos tiempo a cocinar, aunque esta última razón se suela omitir pudorosamente.

Esta sopa no es más que una salsa de almendras, pero convenientemente diluida. Se acompaña de panecillos hechos con huevo batido, un chorreón de leche, sal, azafrán, un picadillo de ajo y perejil, y pan rallado que se añade poco a poco hasta obtener una consistencia espesa pero no compacta. Se toman cucharadas de esta masa y se fríen en aceite bien caliente. Se añaden a la sopa una vez que esté el fuego apagado.

También se hace para reciclar albóndigas en salsa de almendras, que hayan sobrado o que se hayan reservado expresamente para este propósito. En este caso la salsa se alarga hirviéndola con agua o caldo; se rectifica de sal y se sirve con dos o tres albóndigas por comensal en vez de panecillos.

Sin embargo, a mí el sabor de esta sopa siempre me había sugerido una buena avenencia con los espárragos verdes, y la experiencia, que es la madre de la ciencia, vino a darme la razón. He aquí la receta.

Para hacer la sopa se fríen un diente de ajo, una docena de almendras y una rebanada de pan asentado, de un centímetro de grosor.

Se machacan junto con un diente de ajo crudo, pimienta negra en grano, sal y un poco del aceite de la sartén.

Mientras tanto, se lleva a ebullición un litro de agua y se le añade el machacado, azafrán y media pastilla de caldo de pollo.

Se añaden los espárragos verdes bien lavados y se dejan hervir hasta que estén tiernos pero firmes, que es el punto que los italianos intitulan “al dente”. Para cortar los espárragos basta con doblarlos; ellos solos se parten por el lugar adecuado. La parte inferior se desecha y la superior se aprovecha.

Por último se escalfa un huevo por persona y se sirve.

También se pueden añadir patatas troceadas en cachos (cachelos dicen los gallegos) y convertir el plato en una comida de enjundia. Se acomodan perfectamente al sabor, puesto que quedan como las patatas en ajopollo. Según el tamaño de los cachos, los ponemos al mismo tiempo que los espárragos o un poco antes.

Una última curiosidad, el almirez de la fotografía se fabricó en el siglo XIX ¡y sigue funcionando de maravilla! De manejo sencillo e intuitivo no requiere manual de instrucciones, limpio, estético, funcional, ecológico, no consume energías contaminantes ni genera residuos tóxicos… en fin, un primor. Y dentro de otro par de siglos o tres seguirá funcionando igual de bien.

 

 


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