Rucunesa

Tomates con salsa rucunesa

Cuando yo moceaba, casi la única hierba verde que se empleaba en la cocina por estos lares, era el perejil que te regalaban en la pescadería con la compra. El resto, que se agrupaban bajo la denominación genérica de hierbajos, matojos o verdín, solían servir de alimento a los herbívoros del corral, que eran los que después, y muy a su pesar, acababan en nuestros peroles.

De unos años a esta parte, en la sección de frutas y verduras de cualquier supermercado, encontramos una sorprendente variedad de hojarasca verde, limpia, empaquetada y dispuesta para el consumo: rúcula, canónigos, berros, cilantro, hoja de roble, lollo rojo, lollo verde y qué sé yo cuántas más. Y ya que están ahí… pues las consumimos, faltaría más. Lo habitual es tomarlas en ensalada, aderezadas con una vinagreta sencilla, pero también admiten otras preparaciones como esta que propongo.

En el vaso de la batidora ponemos la cantidad de mahonesa que se obtiene de un huevo. En verano es mejor usarla industrial o hacerla con leche en lugar de huevo. Así esquivamos el riesgo de salmonelosis.

Se le añade una bolsa de rúcula, bien lavada y perfectamente escurrida. Aunque el envoltorio diga que ya viene limpia, yo no me fío, que más vale un “por si acaso” que un “quien lo iba a pensar”. Recordemos al respecto lo que les ocurrió a los alemanes por comer sin lavar ensaladas envasadas con rodajas de pepino infectadas de salmonella. Sí, aquellos pepinos que ¡NO! eran de origen español, pero que les sirvieron de excusa para desatar una furibunda campaña contra los productos hortofrutícolas españoles, tan falta de rigor, infundada y maliciosa, como los controles que aplican a la selección de sus pilotos de vuelos comerciales.

Añadimos también el aceite de una latita de anchoas y en compensación tasamos la adición de sal. Al aceite de las conservas de pescado, pasan por disolución buena parte de las grasas cardiosaludables del pescado de la conserva, entre otras los ácidos grasos esenciales del grupo omega 3, que tanto prestigio nutricional han acreditado en los últimos tiempos. Por eso no es buena idea desecharlo… por eso y porque mojado con pan llega a crear adicción, y su efecto beneficioso sobre el sistema cardiovascular es el argumento perfecto para acallar la mala conciencia por lo del exceso de calorías.

Trituramos el conjunto concienzudamente y obtenemos una salsa en la que sobresale el sabor de la rúcula, levemente picante y agradablemente amargo. Por este motivo se me ha ocurrido la simpleza de llamarla “rucunesa”.

Cortamos unos tomates de ensalada en rodajas y las disponemos sobre una fuente. Cubrimos cada una con pródiga capa de salsa rucunesa y rematamos con una anchoa sobre cada rodaja.

En definitiva no son más que tomates aliñados con un aderezo distinto al tradicional y, como la salsa tiene un poco más de cuerpo, constituyen una cena excelente para aquellos que, por mor de la edad y sus pejigueras, nos vemos obligados a hacer de la frugalidad virtud.

Si montamos las rodajas de tomate con su copete, sobre rebanadas de pan previamente untadas con más salsa rucunesa, obtenemos unos canapés que constituyen un aperitivo muy original y que, a mi entender, casa muy bien con una cerveza negra bien fría.

De cualquier forma están muy ricos, pero por si eres de los que prefieren los argumentos salutíferos a los sápidos, añadiré que la rúcula es una crucífera y que, como muchas de ellas (berros, espinacas, etc.) contiene una sorprendente cantidad de calcio: 160 mg por cada 100 g, lo mismo que un yogur o un vaso de leche, y eso es mucho calcio para una verdura. ¿Qué, que todavía dudas? Pues ahí va otro argumento convincente: 100 g de rúcula contienen 0’3 mcg de selenio que, como probablemente ignorarás y muy bien que haces, es el elemento número treinta y cuatro de la tabla periódica y, junto con la vitamina C también presente en la rúcula, y la vitamina A abundante en el tomate, son los antioxidantes naturales más potentes o, lo que es lo mismo, los nutrientes más eficaces contra el envejecimiento celular.

Otrosí: a la mañana siguiente tomarás el kiwi ora por el placer de degustarlo, ora por su alto contenido en vitamina C, puesto que el estreñimiento no constituirá un problema… y hay a quienes esta consideración no les resulta trivial.


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